Post 1: Perder lo perdido – Post 2: solsticio de verano / celebrar

Post 1: Perder lo perdido

Este año viví varias muertes ( me encanta que ya aparezca la paradoja). Muertes humanas de familiares, maestros y amores infinitos, muerte de mi amado guardián felino. Otras pequeñas muertes en mí misma, en varias ideas, en modos de estar en algunos grupos, de vincularme; muertes en parte o completud de algunos proyectos y de varios viajes…
También me despedí de mi compu ( sí, la considero una compañera tb) que tenia casi 11 años y parió conmigo el libro Naturaleza entre varias creaciones más.

Fue en medio de una reunión con la red Naturaleza acerca de preguntas tensas en torno a la economía, como los valores construidos culturalmente que determinan los que se cobra y lo que no. Sobre el valor inconmensurable y quizás también intangible, de dedicar tiempo a los saberes experienciales, vinculares e improductivos como preguntarnos qué hago cuando hago? hay placer, gusto, presente aquí? Qué me tiene acá? Desde qué referentes me muevo? Qué estamos construyendo con nuestro hacer diario? …y así andar en la demora necesaria para el cambio de hábitos encarnados del patriarcado.
Sobre la compleja y cotidiana pregunta de cuánto se cobra un seminario/formación/clase en la que ofrezco los saberes que he dedicado toda mi vida a construir? ¿Cómo hacer para poder vivir en este mundo sin entrar en la dinámica elitista de que solo venga quien pueda pagarlo?
Preguntarnos cómo hacer para que una acción que está por fuera de las instituciones y las marcas se autosustente (sobreviva) y a la vez pueda ofrecerse a la comunidad de un modo más abierto?

Reunión extensa y ardiente con observaciones de la propia historia y de las más lejanas posibles también, que no alcanzo aun a pronunciar aquí, y que ocurría mientras se nos iba cortando la luz en las distintas partes del mundo donde estábamos: San Juan, Bariloche, Berlín; el Valle Sagrado en Perú, Buenos Aires, Traslasierra Córdoba. El corte de luz en mi casa se llevó mi compu al quemarla. Lamentablemente no había pasado muchos archivos del nuevo libro y otros tantos de video, y fue así como un rayo que vino a alumbrar todo los que hacemos por detrás de lo que hacemos. Todo el tiempo y dinero necesario a la periferia de lo que hacemos.

Hace un tiempo había prometido que publicaría uno o dos textos por semana de los nuevos, pero entre que no tuve compu este tiempo y que aún no se sabe si recupero los textos, no pude hacerlo.
Ya estoy más amigada con el renacimiento que promete esta muerte. Ya vendrán nuevos textos, agravados, por la pérdida de estos. Y éso es ya mucho para celebrar.
Si soy sincera puedo decir que a demás de muertes este año ha traído algunos de los nacimientos más bellos para mí. Entre ellos recordar que el milagro acecha, cuando menos lo esperamos…

En el post de mañana ( en celebración del solsticio) va un texto muy importante para mi de este invierno que aqui quedó aun y quiero compartirlo.

Y hoy les dejo con el amado Roberto Juarroz, quien ha guiado este año más que nunca:

“Buscaré lo perdido
para volver a perderlo
en el trámite oculto
de las nuevas cosechas.

Para que en cada grano
estén todas las germinaciones,
y todos los fracasos,
todos los movimientos olvidados.

Para que el eco de la tierra
regrese a la tierra,
para que le eco del hombre
vuelva al hombre
como una palabra que no quiere partir.

Porque esta flor y su secreto
no pueden abrirse más que aquí. “

Post 2: solsticio de verano / celebrar

Como continuación al post de ayer quiero compartirles este texto que me encargó Luz Rapoport para un video/documental/ danza. Me dio solo esta pregunta(*), a mi y a otres investigadores del movimiento, con la que al principio quedé en shock. ¿Cómo hablo de lo que llevo toda mi vida preguntando? El video aún no está pero hoy es solsticio de verano y este es uno de los nacimientos del año que quiero celebrar. Aquí les va:

Qué es el cuerpo para mi? (*) 

El cuerpo es una convivencia de fuerzas. Una constelación de órganos, relatos, tejidos, sueños, flujos, pieles y huecos.El cuerpo es el cuerpo de la vida, una hebra hecha de hebras. El cuerpo está enhebrado a todo lo demás: tirar de un hilo puede descoserlo. Otro hilo, a veces viene a hilvanar los retazos, los desgarros que dejan cierta clase de tirones. ¿Cuál es la frontera de un cuerpo que inicia y termina en otro cuerpo? El cuerpo es cuerpos, bosque. Cada cuerpo es la hebra que le falta al mundo. Y la hebra que el mundo está necesitando. Es la hebra sin la cual el telar no podrá revelar su color. El cuerpo es comunidad. A veces es un solo cuerpo el que empuja a los otros cuerpos al abismo; es un cuerpo rebelado que provoca un huracán de agujero negro para que el dolor o la gracia puedan tocar el mundo. Un cuerpo arrojado en los demás cuerpos puede abrir un orificio hacia la extrañeza o una expansión hacia el abrazo. Un cuerpo jamás es solo un cuerpo.

El cuerpo es plural.

El cuerpo es un campo de misterio. Un campo de indefinición. Un campo de emergencia de lo extraordinario. El cuerpo siempre es único y por ello, donde radica el cuestionamiento del cuerpo, donde se evidencia la imposibilidad de definirlo. El cuerpo evoca su propia pregunta. La singularidad de cada cuerpo trae la novedad que podría ser un sendero hacia el presente. Una innovación que puede horadar todo lo que hemos creído acerca de qué es el cuerpo y de qué trata ser humanx.

El cuerpo es singular.

El cuerpo es historia; fósil desnudo que conserva –mientras olvida- el recorrido de la vida. En el cuerpo viven las bacterias que respiraron oxígeno por primera vez hace tres mil quinientos millones de años. Circula el oxígeno que antes emanaron las cianobacterias cuando realizaron el milagro de anclar la energía del sol en la Tierra. Las partículas de aquella explosión aún flotan aquí. El cuerpo es el proceso del que procede este instante. Todos los océanos meciéndose en cada célula, en cada huevo, en cada semilla. Restos animales aún relinchan, pían, aúllan, galopan, nadan y reptan aquí. Las marcas de estas manos son los surcos de otras guerras y otros nacimientos. La forma de los huesos vertebrados son las huellas de millones de caracoles reunidos para poder caminar en la tierra.  

El cuerpo es la cicatriz del tiempo.

El cuerpo es una invención. Un cuerpo surge con cada pregunta y con cada certeza. Un cuerpo se crea según cómo se mueva y a veces, según cómo se lo use (como se usa un sombrero o un par de zapatos). Existen cuerpos vegetales, cuerpos de piedra y de plástico. Cuerpos ciborg con máquinas para bombear un corazón. Cuerpos que tienen piezas prestadas. Cuerpos que tienen partes olvidadas y algunas confinadas a la desilusión. Cuerpos con pelos de lobo, cuerpos con piel de delfín. Cuerpos que no tocan la tierra ni para caerse. Cuerpos que se arrastran a plena luz del día como lombrices. Cuerpos que son parte del cemento y aguardan el brote milagroso que rasgue el edificio de los hombres. Cuerpos que aúllan a la luna. Cuerpos que se encienden en la oscuridad. Que bucean en el barro, que florecen en un lodazal. Cuerpos que avanzan hacia atrás y otros que se ensanchan al perderse. Cuerpos que navegan a velocidad de crucero en el charco de la esquina. Los que se inundan por dentro de tanto contener el llanto. Cuerpos fracturados por llevar cargas imposibles. Cuerpos que olvidan las funciones del cuerpo, incluso las más simples como comer o reír, de tanto tener que inventar el día. Cuerpos que se convierten en espacios no humanxs, indescifrables. Cuerpos que son un incendio, una furia o un despertar. Cuerpos que son la herida misma encarnada por donde otros cuerpos se escapan hacia el mundo de Alicia. Cuerpos que son un portal donde brota -o se hunde- el amor.

El cuerpo es un hecho fantástico.

El cuerpo es un hecho. Es lo que ha sido y lo que podría ser. Tal vez incluso es lo que jamás será. Es todos los espacios llenos de eso que él no es, llenos de otrura. Una otredad que solo accede a su diferencia gracias a no poder ser el hallazgo que ese cuerpo encarna. El cuerpo es y no es simultáneamente. El cuerpo está siendo. El cuerpo se está haciendo. Con cada gesto, con cada palabra, con cada emoción. El cuerpo es autogestión. Auto-creación. Auto-combustión. Desborda todo lo hecho, ya que con cada acción desaparece y aparece multiplicado o transformado en otra cosa (que es otra forma de multiplicar la exuberancia de la vida).

El cuerpo es un acto.

El cuerpo es lenguaje, el filo de la letra que dibuja tu sonrisa. La suma consonante que endereza el sentido en tu columna. Y también, el cuerpo es lo indecible, lo que escapa a la semántica sustancial de la palabra. El cuerpo es la fuga del sentido, lo que hiere al relato, lo que desfonda la narrativa del concreto. El cuerpo es lo no dicho y lo que no puede ser dicho. Es silencio y es grito. Es el balbuceo que antecede al nombre de las cosas.

El cuerpo es poesía.

El cuerpo es un orden para el caos. Un orden que no se somete a las leyes del hombre. Al hombre que inventa la idea de unas leyes. El cuerpo es un torbellino que se auto-organiza para que emerja el misterio. El cuerpo es un aguacero, un chubasco y a veces una tormenta eléctrica. El cuerpo es la luz que trae un rayo. La revelación y la rebeldía. Es el plan que contiene el desvío de todos los planes.

El cuerpo es lo inesperado.

El cuerpo es la muerte del cuerpo. Muere hoy, morirá mañana. Muere cada segundo en cada célula. Muere cada noche, con cada sueño. Morir es su potencia de existir. Su inconsistencia, su fragilidad son el bombeo de su propio nacimiento. Cada cuerpo es un nacimiento. Miles de millones de nacimientos. Cada cuerpo es su renacimiento; la bocanada de aire luego de la asfixia, de la que no se sabe si hay retorno, en cada exhalación, en cada cuerpo conocido o desconocido que muere, en cada helada que arrasó la vida en el campo, en cada incendio de monte. Y luego, luego, su rebrote.  

El cuerpo es infinitamente efímero.

El cuerpo es un ser soñador. Vive al despertarse cada noche. Vive fuera de sí. El cuerpo se sueña siendo otros cuerpos, siendo todo lo que jamás podría imaginar despierto. El cuerpo sueña su evaporación, la posibilidad de existir sin cuerpo, y es allí donde vuelve a encontrarse; en las sombras de la vida esparcida al otro lado del mundo.

El cuerpo es material y es también su espectro.

El cuerpo es contradicción y a veces el cuerpo es paradoja.

El cuerpo que yo conozco es el cuerpo de una danza. Sé por ejemplo que mi corazón es un océano. Sé que me gusta sentir la piel al borde del delirio, cuando me muevo sin control en la certeza de una caída que se avecina hacia mi, tanto como yo a ella. Sé también que sé, solo porque tengo cuerpo. Y sobre todo porque es un cuerpo que danza y me deja saborear esta vida encarnada, moviente y movida que soy. Decir cuerpo es decir yo soy, es decir que no es mi automóvil, sino la vida en mi. La vida en un aquí constantemente moviente. El cuerpo es danzante en su médula misma. Aunque también puedo decir que he sentido cierta naturaleza vegetal, persistente, especialmente entre una vértebra y otra. A veces he sentido en el cuerpo la temporalidad del insecto al vibrar la ensanchada electricidad de los segundos. Otras veces he sentido en mi cuerpo el dolor punzante y exacto que sufre otro cuerpo. A veces no sé dónde empieza y donde termina mi cuerpo.

La danza en el cuerpo es un grito. Un aullido de vísceras y estrellas, un arrullo de sangre. Cuando el cuerpo danza, ahí entre alaridos, abre un claro de silencio. Solo cuando bailo y me muevo al tiempo de mi movimiento encuentro una quietud, como la calma de estar en un lugar y no en las miles de fugas posibles. En el máximo movimiento, continuado o cortado, abismal, expandido o relentado llego al fin a un aquí. Un aquí que evade con cada giro y con cada salto su definición; aquí como un orificio donde al fin puedo albergar lo imposible.

El cuerpo que danza es una fiesta.

El cuerpo es un espacio para todas las celebraciones.